miércoles, 31 de agosto de 2011

Una araña paciente y silenciosa...

Una araña paciente y silenciosa...

Una araña paciente y silenciosa,
vi en el pequeño promontorio en que
sola se hallaba,
vi cómo para explorar el vasto
espacio vacío circundante,
lanzaba, uno tras otro, filamentos,
filamentos, filamentos de sí misma.

Y tú, alma mía, allí donde te encuentras,
circundada, apartada,
en inmensurables océanos de espacio,
meditando, aventurándote, arrojándote,
buscando si cesar las esferas
para conectarlas,
hasta que se tienda el puente que precisas,
hasta que el ancla dúctil quede asida,
hasta que la telaraña que tú emites
prenda en algún sitio, oh alma mía.

WHITMAN

jueves, 18 de agosto de 2011

El Pozo y el Péndulo (fragmento)

Edgar Allan Poe
El Pozo y el Péndulo (fragmento)

" Me hallaba agotado, mortalmente agotado por aquella agonía sin fin. Cuando, por último me desataron, y pude sentarme, noté que perdía el conocimiento. La sentencia, la espantosa sentencia de muerte fue la frase claramente articulada que llegó a mis oídos. Luego, el sonido de las voces de los inquisidores, me pareció que se apagaba en el zumbido indefinido de un sueño. Su ruido provocaba en mi ánimo cierta sensación de rotación, quizá debido a que lo identificaba con una rueda de molino. Sin embargo, aquello duró muy poco tiempo y ya no oí nada más. No obstante, durante cierto tiempo vi -¡y con qué horrible exageración!- los labios de los jueces vestidos de negro, eran blancos, más blancos que las hojas de papel en que estoy escribiendo estas palabras, adelgazados hasta lo grotesco, con la dura expresión de su resolución irrevocable y del riguroso desprecio por el dolor humano. Veía cómo los decretos de lo que para mí representaba el Destino, surgían aún de aquellos labios. Contemplé cómo se retorcían articulando una frase mortal, cómo pronunciaban las sílabas de mi nombre, y me estremecí al ver que el sonido no seguía al movimiento. Durante varios momentos de frenético espanto, percibí la blanda y casi imperceptible ondulación de las negras colgaduras que cubrían las paredes de la sala, y mi vista cayó entonces sobre los siete grandes cirios que había colocado sobre la mesa. Al principio fueron para mí la representación de la claridad, y los imaginé ángeles blancos y esbeltos que venían a salvarme. Pero inmediatamente unas náuseas mortales invadieron mi alma, y sentí que cada fibra de mi ser se estremecía como si se hubiera hallado en contacto con el cable de una batería galvánica. Las formas angélicas se convirtieron en espectros con cabeza de llama, y comprendí claramente que no debía esperar de ellos auxilio alguno. Entonces, como una especie de brillante nota musical se insinuó en mi alma la idea del reposo inefable que debe gozarse en la tumba. Legó de una forma suave y furtiva, y creo que precisé un largo espacio de tiempo para apreciarla por entero. Sin embargo, en el preciso momento en que mi alma empezó a sentir la idea con claridad, y a acariciarla, las figuras de los jueces se desvanecieron como por arte de magia, los grandes cirios, cuyas llamas se apagaron por completo, se redujeron a la nada, y sobrevino la negrura de las tinieblas. Todas mis sensaciones parecieron desaparecer como si el alma se hundiera en una zambullida loca y precipitada en lo más profundo del Hades. Y el Universo se convirtió en noche, silencio e inmovilidad. "

martes, 2 de agosto de 2011

'El Reino de las Hadas''--Edgar Allan Poe

Valles oscuros, torrentes umbríos, bosques
nebulosos en los cuales nadie puede descubrir
las formas a causa de las lágrimas que gota a
gota se lloran de todas partes! Allá, lunas desmesuradas
crecen y decrecen, siempre, ahora,
siempre, a cada instante de la noche, cambiando
siempre de lugar, y bajo el hálito de sus faces
pálidas ellas oscurecen el resplandor de las
temblorosas estrellas. Hacia la duodécima
hora del cuadrante nocturno una luna más
nebulosa que las otras,-de una especie que las
hadas han probado ser la mejor,-desciende
hasta bajo el horizonte y pone su centro sobre
la corona de una eminencia de montañas, mientras
que su vasta circunferencia se esparce en
vestiduras flotantes sobre los caseríos, sobre las
mismas mansiones distantes, sobre bosques

extraños, sobre la mar, sobre los espíritus que
danzan, sobre cada cosa adormecida, y los sepulta
completamente en un laberinto de luz.
Y entonces, ¡cuán profundo es el éxtasis de
ese su sueño! De mañana, ellas se levantan, y su
velo lunar vuela por los cielos mientras se agitan
como pálido albatros al soplo de la tempestad
que las sacude como a casi todas las cosas.
Pero cuando las hadas que se han refugiado
bajo esa luna de la que se han servido, por así
decirlo, como de una tienda, la dejan, no pueden
jamás volver a encontrar abrigo. Y los átomos
de ese astro se dispersan y se convierten bien
pronto en una lluvia, de la cual las mariposas
de esta tierra, que buscan en vano los cielos
y vuelven a descender,-¡criaturas jamás
satisfechas!-nos devuelven partículas a veces
sobre sus alas estremecidas.

ALLAN EDGAR POE